Ácrata el cíclope que salto del acantilado vertiginoso que sobresalía de la de la tierra, gateaba ante la ventisca que aspiraba rauda y dispersa, a la velocidad de los colores interdimensionales. Era vigilado por un holón de su raza, pero el cíclope asexual tomo partida de modo irreverente y evadió la mirada del ente diminuto, que se asomaba con indiferencia tras el marco configurado de roca ígnea.
Con desprendimiento ácrata salto de un planeta a otro huyendo de los ojos alquímicos, gracias a su peripecia intuitiva que focalizó en su propósito de búsqueda, alimentar su macro neurona era el medio para su fin y así urdió miradas ajenas para expandir a tal punto su ojo itinerante hasta solidificar su maga peripecia. Intuía con su tercer ojo, que era uno, un ojo inmerso de lecturas paralelas y de sincretismo intercultural, observando desde su mismidad como las olas de la vida se reanudaban a cada instante. Como un gran espejo consecutivo de interacción invisible.
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